Hubo también otra manera de sobrevivir a través de una iniciativa que empezó con el programa del Ministerio y aún continúa: es la política en boga de la UNESCO para el patrimonio inmaterial. Como especialistas empezamos a hacer películas para ellos porque creímos que en el orden de lo simbólico era una iniciativa de reconocimiento importante, la dimensión simbólica también cuenta para generar un ambiente de mayor tolerancia. Fueron producciones mixtas dadas las negociaciones para elegir los temas a tratar, así la gente de la unesco también conoció a los indígenas de las aldeas, de manera que los proyectos se realizaron con base en intercambios recíprocos en donde los recursos del proyecto también se invirtieron en equipo para la gente de Video en las aldeas. Ahora Brasil regresa a una política cultural elitista y no sé qué va a pasar.
La venta de las películas en dvd no genera ganancias suficientes. La cooperación internacional continúa subvencionando el proyecto, pero llegado cierto punto tiene que haber autosuficiencia. Hacer documentales es una cuestión que necesita muchos recursos en cualquier parte del mundo, no tendría por qué ser diferente con los indígenas; hacer productos culturales cuesta, sin embargo, a pesar de las dificultades ellos no paran de filmar.
AZ: Encuentro tu relación con la antropología ambivalente. Por un lado, te interesa dejar claro que no eres antropólogo. Sin embargo, la consultoría antropológica siempre aparece en los créditos de las películas, ¿cómo tú consideras esta relación?
VC: Mi ingreso al mundo indígena se da de una manera muy personal. Yo tenía 16 años, vivía la crisis de la adolescencia, sufría mucho con la cuestión de la autoridad paterna; además soy una persona adicta a la adrenalina, lo desconocido siempre me ha parecido seductor, ir al encuentro de lo inesperado me hacía sentir una emoción muy fuerte. De manera que irme a las comunidades indígenas representó un escape para mí en ese entonces. En este proceso hubo un período en el que tomé cursos de ciencias sociales con la guía de una persona muy inteligente —
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Gilberto Azanha, antropólogo, cofundador y miembro de la Assembleia Geral do Centro de Trabalho Indigenista—, pero yo no soy un intelectual, eso no me satisfizo completamente. Yo necesitaba algo más, una experiencia existencial. Sin embargo, sí creo que el cine ayuda a conocer otras formas de vida y a su vez es instrumento de investigación antropológica. La imagen genera preguntas y conocimientos, estimula que la gente hable de cosas, genera información con detalle etnográfico. A su vez, dentro del proyecto, el trabajo con antropólogos ha sido permanente y de mucha utilidad por diversas cuestiones: traducción cultural, entendimiento intercultural, reconocimiento de patrimonio inmaterial. Trabajar en equipo con gente de esta disciplina durante el proceso de realización de las películas me ha ayudado a aprender mucho. De cualquier manera, sí me distancio un poco de la personalidad del antropólogo cliché, tradicionalista, ése que establece relaciones de superioridad con la gente con la que trabaja, que tiene una idea ficticia e idealista de la realidad con la que trata. Yo prefiero trabajar asumiendo el constante cambio en la cultura de los indígenas, enfatizando en acciones de intervención.
AZ: Qué opinas de la categoría de cine etnográfico? ¿Crees que los trabajos que hacen los cineastas de Video en las aldeas pueden entenderse como video etnográfico?
VC: Sí, tienen la mirada adecuada para hacer entender muchas cuestiones culturales. Esto se complementa si el espectador tiene un background antropológico, entonces las películas producen más sentido en muchos aspectos. Es posible ver cosas que el público promedio no capta. Las películas poseen contenido etnográfico y a su vez catalizan procesos, intervienen. Son una colaboración entre dos mundos, representan un diálogo intercultural.
AZ: ¿Qué opinas de la creciente red de video indígena que se ha formado en América Latina?
VC: Sin duda, hemos estado más comunicados. Brasil es un continente en sí, somos unos cuántos y la tarea que debe hacerse es muy grande. Ir a encuentros con colegas de Latinoamérica ha sido importante para entender los procesos de los distintos países a lo largo y ancho del continente. Entender que son resultado de una historia, de un proceso histórico particular, de un embate entre formas de organización, de pugnas entre minorías y mayo rías. Ahora que Video en las aldeas ha ganado alguna visibilidad y ampliado su espectro de difusión, se han establecido intercambios importantes. Algunos de los indígenas fueron a los festivales de la CLACPI, visitaron Bolivia. Para ellos fue muy importante conocer que había otros pueblos indígenas distintos a los amazónicos involucrados también en procesos políticos. La comunicación y el intercambio han servido para ampliar sus conocimientos e identificarse. Para los cineastas de Video en las aldeas, el proyecto es una trayectoria política y los viajes que hacen para asistir a festivales y encuentros también son parte de esta trayectoria de crecimiento personal, de formación de conciencia y sentido crítico.
AZ: Ahora me gustaría platicar un poco sobre Corumbiara. ¿Por qué la consideras la película de tu vida? ¿Cómo te enfrentaste al problema de traducción intercultural?
VC: Creo que antes que nada Corumbiara es cine de guerrilla. Es autobiográfica porque la desarrollé a lo largo de 20 años. A su vez, se convirtió en la experiencia personal más impactante y más triste de mi trayectoria como indigenista. Las razones tienen que ver con la aversión que me provoca el abuso de poder, esa ha sido mi obsesión. Con esta película el cine se convirtió en mi redención, la única posible pero poderosa.
A nivel personal esta historia es importante porque yo fui el instrumento político que hizo posible dar a conocer la existencia de estas personas, de ganar un espacio para ellas. A lo que me refiero es que las imágenes en sí mismas, sin necesidad de la película, cumplieron su misión. El filme sirvió más para el exterior, para dar a conocer la historia fuera de Brasil. Por cierto, recién ganó un premio en el festival Dreamspeakers en Canadá, un festival de cine indígena.