donde vos estás cómodo, y eso está buenísimo, pero si querés crecer como actor, si querés hacer un laburo que “bumba”... la querés “dar en el ángulo”... Y en este caso en particular, fue muy eso este trabajo, y fue muy difícil, fue dificilísimo. Pero después viendo el resultado, me gustó mucho.
Liliana Biamonte: Buenos días, gracias por la invitación.
En mi caso, lo que se dificultó tiene que ver con la temática en sí5
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Medea (2017), dir.ª Alexandra Latishev Salazar.; era de alguna forma enfrentarse a algo que yo personalmente me había enfrentado en algún momento en la vida y me tocaba. Además la película en sí recae mucho sobre este personaje, y yo, conociendo y respetando mi integridad emocional y personal, asumí desde un lugar menos mental y emocional, y más desde lo corporal; era mi forma de distanciarme, pero hasta cierto punto calzaba con el personaje. Encontrarme frente a un tema o una situación que era muy posible, que me removía personalmente, me conmovía, me afectaba; siento que esa fue la dificultad más grande. Por eso mi mecanismo para enfrentarlo fue desde los recursos más corporales pero aun así, sentido desde ese lugar, no completamente frío y distante. Creo que eso le dio la cualidad que necesitaba en ese momento el personaje. Y aparte de eso, es una peli muy pequeña, con un equipo muy pequeño, lo que permitía que los momentos más complicados, íntimos, pudieran fluir porque no me sentía invadida u observada por muchos extraños, sino que era el equipo pequeño, y todos de una gran confianza. Entonces, lo más dificultoso se compensó con ese ambiente en la producción.
Eduardo Martínez: Un gustazo estar acá, rodeado de gente que admiro muchísimo.
Yo soy un hombre de teatro, llevo 25 años haciéndolo, y esta fue mi primera incursión en el cine; por suerte soy muy joven. Mi personaje6
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Santa y Andrés (2016), dir. Carlos Lechuga. es un homosexual disidente en la Cuba de los ochenta. Se pueden imaginar que es un personaje socialmente totalmente apaleado, aplastado. Tuvimos que bordarlo de una manera muy especial, porque es un personaje real, que existe, un escritor, pero que no quería que su nombre se reflejara en la película. Entonces yo le propuse al director abrir un poco el diapasón, porque esa gene- ración de escritores de los años sesenta y setenta en Cuba, como
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Reinaldo Arenas, Severo Sarduy,
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Guillermo Rosales y este personaje, que no voy a decir el nombre, en Cuba son completamente desconocidos. Ya yo los había trabajado en teatro, su obra, su literatura, su poesía, y el paso siguiente era en el cine. Hicimos una especie de mezcla entre todos los personajes de esa generación, todos homosexuales, todos apaleados, muchos fuera de Cuba; el único que quedaba era este, al cual la película estaba haciendo un homenaje. Una de las escenas más terribles fue la del acto de repudio. Acto de repudio en Cuba en los ochenta significaba que una multitud de cientos de personas,
o miles de personas, iban a tu casa con bolsas con huevos, y una manera de mancharte era tirarte los huevos a tu cuerpo, no solo mancharte a nivel físico, sino también moral, espiritual; era una especie de acto de humillación pública. En esta escena, que fue para mí una de las más difíciles, me pasa lo mismo que decía Antonia, que hay que despojarse de esos clichés, de esos lugares comunes, y lanzarse al vacío, “no sé qué va a pasar acá, no vamos a planearla, vamos a improvisar”, y así empezó a fluir, empezó a darse el milagro. La voz del personaje era una voz muy particular, y yo estaba muy preocupado por cómo romper... Recuerdo que en algún momento nos quedamos solos el director y yo, y él me preguntaba: