Jean-Claude Carrière
Cuando se trabaja con un hombre así por 18 años claro que, de vez en cuando, se habla de algunas posibilidades de realizar esa película o esta otra, y algunas veces, no recuerdo cuántas, ya habíamos hablado de la posibilidad de adaptar La mujer y el pelele de
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Pierre Louÿs. Un día, no sé cómo, hablando con Serge Silberman, buscando una idea para otra película, reapareció, quizás finalmente porque don Luis se sentía muy cerca del personaje del hombre y también por la posibilidad de trabajar otra vez con Fernando Rey, que le gustaba mucho como actor y con quien se podía identificar realmente... porque existen escenas en Ese oscuro objeto del deseo en las cuales me parece que don Luis habla. Es como en Tristana. Claro que no en todas las escenas, pero en algunas de ellas, habla don Luis. Son los dos personajes más cerca de él: el don Lope de Tristana y el don Mateo en Ese oscuro objeto del deseo.
Ángela Molina
Era muy lúdico, muy irónico, muy divertido. Nos gastaba muchas bromas. Recuerdo una escena de amor que tenía con Fernando en la que él tenía que estar esencialmente sensible en ese momento y confundido. Antes de rodar Luis me llamó y me dijo: “Ángela, antes de que yo dé la ‘¡Acción!’, justo antes, tú le dices a Fernando al oído que le huelen los pies”. Aquello me pareció terrible, y me entró un ataque de risa por dentro, porque por fuera estaba ya con el halo de la acción y no iba a cambiar nada ni a hacer ninguna frivolidad. Así lo hice, y cuando dio la voz de “¡Acción!”, Fernando estaba colorado como una amapola y, además, confundido, porque se lo creyó y el hombre estaba resueltamente fatal. Cuando terminó el rodaje de esa escena, Buñuel y yo nos empezamos a reír, y Fernando, acojonado, no sabía ni qué hacer. Entonces le miró Luis y le dijo: “Ha sido cosa mía”.
Otro día estábamos en un parque con un frío terrible, teníamos que preparar la escena de un paseo con una conversación. Llegó un electricista y se echó un bolso, un saco a la espalda. “¿A dónde vas tan temprano con esa bolsa?”, le preguntó Luis, pero de pronto se le ocurrió: “A ver, deja ver cómo queda. Fernando, coge la bolsa, coge el saco”. Era un saco de cables, que luego está en la película, lo cogió Fernando, y Buñuel le dijo: “Queda muy bien, sí” —pero como si fuera uno que está probándose un abrigo, ¿no?—. “Sí, queda muy bien. Sí. Fernando, pues ahora haces lo mismo pero con el saco en cámara”. Y le pregunté: “¿Por qué...?” y él me contestó: “Porque... ta ta ta ta.... ta ta ta tan... (música de misterio).
Jean-Claude Carrière
Me gustan—como a todo el mundo— las colaboraciones largas, porque es una manera de no perder tiempo convenciendo el uno al otro. Trabajé por más de quince años con
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Peter Brook en el teatro. Brook es agua corriente, ligera, corriendo sobre piedras diversas, es encantador; al contrario de don Luis. Don Luis fue... es —no se murió, es una mentira— una piedra, un bloque de granito muy fuerte, muy duro. Era una sorpresa cada vez que trabajaba con él, el descubrir partes diferentes dentro de la misma piedra. Escarbar más y más y descubrir un pequeño rincón de don Luis Buñuel que todavía no conocía, en el mismo material, y sin llegar al final de la piedra, ver el otro lado. Siempre había algo nuevo, siempre algo que no podía sospechar.
— ¿Qué hay en el saco que lleva a la espalda el protagonista de Ese oscuro
objeto del deseo?
—¿Qué creen ustedes que podría llevar?
— Todo lo que arrastraba con las cuerdas el protagonista de Un perro andaluz...
— O sus fantasmas: el de la libertad, los del deseo.
— Yo veo sólo un hombre que lleva un saco a la espalda y camina junto a una
mujer, y se alejan.7De la Colina, José y Pérez Turrent, Tomás, Luis Buñuel: Prohibido asomarse al interior. Editorial Joaquín Mortiz, Planeta, México, D.F., 1986, p. 205.