Ese mismo año, la revista Unión publica en Cuba “El lobo, el bosque y el hombre nuevo”, de Senel Paz, que obtuviera en 1990 el premio de cuentos Juan Rulfo, convocado por Radio Francia Internacional y el Centro Mexicano de Cultura en París.
Poseedor, como Buñuel, de una tumba llena más de proyectos muertos que filmados, Titón intuyó enseguida en la historia de esa amistad, fundada “sobre la comprensión y el respeto hacia el que es diferente” 36 Tomás Gutiérrez Alea: “De fresa y chocolate”: revista Viridiana, n.º 7, mayo de 1994, Madrid, p. 119., las posibilidades de arremeter contra dogmas y prejuicios. Coincidió siempre con el autor cuando este reiteró: “El tema del relato, y ahora el de la película, no es la homosexualidad. La temática abarca mucho más. Es el tema de la amistad y de la intolerancia. [...] Es el aprendizaje de la tolerancia; el aprendizaje de admitir las diferencias de otra persona, admitir que el mundo está lleno de personas muy diversas y complejas” 37Teresa Toledo: “Conversando con Senel Paz”: Ibid., p. 143.. Como ingredientes adicionales al eje dramático del cuento, el sirope añadió elementos de otros dos relatos de Senel: “No le digas que la quieres” y “Alicia Alonso baila en mi cabeza”, y, por supuesto, el brillantísimo aporte, la fruta sobre el helado, que significó incorporar el personaje de Nancy, quien en la radiante caracterización de Mirtha Ibarra en Adorables mentiras (1991), de Gerardo Chijona, demandaba —y aún reclama— su propia película. Una de las diez versiones del guion, con el título lezamiano Enemigo rumor, se alzó con el premio Coral en la categoría de inéditos en el 14º Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (1992).
A partir de la premisa universal —y amén de algunos chistes locales—, desde su conmocionador estreno, Fresa y chocolate devino una película parteaguas, oportuna, arriesgada, coyuntural, demoledora de barreras, desafiante, de incuestionable impacto sociológico en la población cubana y de otras latitudes, apta al mismo tiempo para suscitar criterios diametralmente opuestos tanto en la isla como en el exilio a donde marchó Diego. Titón admitió reconocerse “pero sin dejar de ver en ella la mano de los que en ella participaron y, de manera especial, la mano del azar”, sobre todo a través de la intervención decisiva de Juan Carlos Tabío 38Tomás Gutiérrez Alea: “De fresa y chocolate”: Idem.. A más de dos décadas de su primer contacto con el público, la intensidad de los dos sabores no ha disminuido. Sobre esta honesta película han escrito demasiado, imposible de sintetizar aquí o de aportar algo nuevo, pero por encima de todo, como afirmó el ensayista Reynaldo González, consiguió degustar el sabor de la tolerancia. Pienso que una de las reseñas más hermosas la publicó el crítico español Ángel Fernández-Santos quien la calificó como: “El desesperado canto a la esperanza de una comedia que se mueve, con elegancia y pudor, en el tono elegíaco, escrito bajo el crepúsculo, del poema de un amanecer perdido” 39Ángel Fernández-Santos: “Respirar cine a pleno pulmón”, El País (Madrid), 29 de abril de 1994..
Fresa y chocolate gozó de una distribución y resonancia internacional de la cual careció La última cena, uno de los títulos mayores de Gutiérrez Alea. Fue insuficientemente valorado por aparecer luego de la trilogía de Sergio Giral que explotó la cuestión de la esclavitud hasta la extenuación. Los insoslayables elementos críticos presentes en el enfrentamiento entre un joven militante comunista y un homosexual, y el tema de la libertad de elección del individuo fueron (mal) interpretados en el exterior por quienes ignoran que el cine cubano dispone de subvención estatal, como “una película que se le escapó al gobierno de Castro”. La difusión de
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Fresa y chocolate, que la llevó a recibir el premio especial del jurado en el 44º Festival Internacional de Cine de Berlín y a ser nominada al premio Oscar al mejor filme extranjero, convirtió este título, para muchos, en sinónimo de lo más significativo del cine cubano, aun sin alcanzar el grado de perfección de otros en la filmografía del propio Titón. Cuánto le habría gustado que Néstor Almendros pudiera haberla visto; pero para entonces, el célebre director de fotografía de Truffaut, Rohmer y Malick había muerto en 1992 víctima del SIDA.
Concluido el flashback, el resto —para acudir a la socorrida expresión— es historia... y algunos de sus protagonistas no temen ya rememorarla. Recurramos a esa frase ya tan popular que Fidel Castro también hizo suya cuando, en una recepción ofrecida por el Consejo de Estado en el Palacio de la Revolución a los invitados al Festival de La Habana, convocó a su lado a los intérpretes de la película y les dijo: “Brindemos con la bebida del enemigo”.